Si hay una constante en los anales de la historia política de Nicaragua antes, durante y después de la Revolución sandinista es la vocación revolucionaria de los jóvenes universitarios. Tanto ayer como hoy, esa vocación emerge y cataliza cambios políticos y sociales que transforman la faz de la nación.

Fueron estudiantes universitarios quienes, un 27 de junio de 1944, se convirtieron en agentes de “efervescencia” y cambio político cuando tomaron las calles de León para protestar contra los planes de reelección de Somoza García. La posterior represión del Gobierno contra ellos alentó una mayor participación política de otros actores. Desde ese momento, los estudiantes se convirtieron en los oponentes de Somoza más visibles y unificadores, exigiendo democracia, participación política y múltiples políticas públicas (Rueda 2018).

Fueron estudiantes universitarios quienes demandaron autonomía en 1958, para reconocer la inviolabilidad física de la Universidad y su autodeterminación en las decisiones administrativas y académicas (Envío, 1986).

Fueron estudiantes universitarios quienes el 23 de julio de 1959 participaron en un desfile que rápidamente se convirtió en una marcha contra el régimen autoritario de Somoza, con cuatro asesinados y más de sesenta heridos. Nuevamente, como efecto multiplicador, la represión articuló los esfuerzos y la ira contra el statu quo, creando una forma alternativa de oposición política a Somoza (Barbosa, 2005). Los estudiantes se convirtieron en la voz de la oposición popular. Muchos comenzaron a organizar una oposición formal y armada contra el régimen, creando el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Fueron estudiantes universitarios (y también de secundaria) quienes, en 1978, con Somoza todavía gobernando el país, convocaron una huelga escolar nacional que paralizó todo el sistema educativo. La demanda fue la misma: querían democracia y reformas políticas (Bone, 2018).

Con el derrocamiento de la dictadura a través de la Revolución sandinista en julio de 1979, muchos estudiantes se involucraron políticamente en los procesos revolucionarios. Sin el uso de repertorios de protesta, como décadas atrás, los estudiantes y la revolución introdujeron significativas políticas educativas: el derecho a la educación gratuita, un mayor acceso a las universidades a través de la definición de su propia asignación presupuestaria (6% del Presupuesto General de la República), la internacionalización y la formación académica, intercambios y expansión curricular (Envío, 1986).

Fueron nuevamente estudiantes universitarios quienes entre 1990 y 2006, con los gobiernos neoliberales y el programa de Ajuste Estructural, defendieron logros de la revolución (como el 6%) y protestaron utilizando su repertorio habitual: marchas, ocupación de campus, mítines, bloqueos de carreteras y asambleas (Almeida, 2014). En múltiples ocasiones, estos episodios de protesta se volvieron rápidamente violentos, con algunos episodios de represión y bajas.

Sin embargo, esta vocación revolucionaria pareció verse comprometida cuando Daniel Ortega (Frente Sandinista) regresó a la presidencia en 2007. Los estudiantes permanecieron relativamente inactivos en el escenario político (Bone, 2018). Esto se explica de muchas formas, pero principalmente por la simpatía hacia el Frente Sandinista entre las organizaciones estudiantiles, así como de su cooptación y clientelismo.

Aunque surgieron algunas protestas y demandas políticas específicas de estudiantes durante este nuevo gobierno de Ortega, las autoridades los manejaron rápidamente a través de negociaciones políticas o represión. Esta vocación silenciada cambiaría abruptamente en 2018.

A pesar de la pasividad y la falta de críticas del cuerpo estudiantil nicaragüense durante más de una década, en abril de 2018 surgió la campaña de protestas que cambió el escenario político y de la que ya extensamente se ha hablado en otros artículos.

Con la implementación de reformas en la política de pensiones sociales, los estudiantes comenzaron una ola de protestas en diferentes campus (principalmente marchas, mítines y ocupación de edificios públicos). Sus acciones fueron nuevamente reprimidas, y estudiantes murieron a causa de la brutalidad policial.

Al igual que en la dictadura de Somoza, la represión contra ellos potenció a otros actores sociales que se unieron a la protesta, creando disturbios nacionales que exigieron la renuncia del presidente Ortega. Esta campaña de protestas es la más grande que el país ha experimentado desde la Revolución sandinista en 1979. Nuevamente, todo comenzó en los campus y en la juventud universitaria.

Esta capacidad de los estudiantes universitarios para generar verdaderos terremotos sociales no es exclusiva de Nicaragua. Los estudiantes han estado a la vanguardia de las protestas y movimientos de oposición en todo el mundo (Dahlum, 2018).

Muchas razones explican esta capacidad de la vocación revolucionaria de los estudiantes:

Un mecanismo causal comprobado que vincula la educación con la democracia y la participación política (Dahlum, 2018; Fesnic, 2016; Jaramillo & Murillo, 2008).

 Los estudiantes (y también profesores) simpatizan con los esfuerzos de democratización y tienen tiempo y flexibilidad para movilizar a otros sectores (Almeida, 2014).

  • La acumulación de experiencias de protestas y anhelos en la identidad política del estudiantado.
  •  Los estudiantes tienen habilidades más avanzadas de lenguaje y comunicación.
  • Los estudiantes se benefician de la infraestructura de los campus universitarios. Esos lugares facilitan la circulación de ideas (Fournier, 2018).
  • Los estudiantes disfrutan de la simpatía del público (Kubal y Fisher, 2016).
  • Los estudiantes tienden a conocer ampliamente otras personas, culturas y sociedades. (Dee, 2004 en Dahlum, 2018).

Si algo nos enseñan estas décadas de Revolución es que los estudiantes universitarios fueron, son y serán actores clave en la vida política del país. La vocación revolucionaria, por más que se quiera silenciar, emerge estrepitosamente para transformar, una y otra vez. Cuarenta años después de aquel punto álgido de vida política del país, la llamada a ver a los estudiantes universitarios es clave y evidencia que se está en deuda con ellos.

*La columna de opinión se publicó primero en Despacho 505, Julio 2019.  

Last modified: agosto 25, 2021